De la tragedia a la farsa (un boleto de ida y vuelta )
“El incremento de la deuda pública interesaba directamente a la
fracción burguesa que gobernaba y legislaba a través de las Cámaras. El déficit
del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la
fuente principal de su enriquecimiento. Cada nuevo empréstito brindaba a la
aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar a un Estado mantenido
artificialmente al borde de la bancarrota; éste no tenía más remedio que
contratar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Y si el
déficit del Estado respondía al interés directo de la fracción burguesa
dominante, se explica por qué los gastos extraordinarios. Las enormes sumas que
pasaban así por las manos del Estado daban, además, ocasión para contratar
suministros, que eran otras tantas estafas, para sobornos, malversaciones y
granujadas de todo género. La estafa en gran escala al Estado, tal como se
practicaba por medio de los empréstitos, se repetía al por menor en las obras
públicas. Y lo que ocurría entre la Cámara y el gobierno se reproducía hasta el
infinito en las relaciones entre los múltiples organismos de la Administración
y los distintos empresarios”, cualquier parecido con la realidad
es pura coincidencia.
Todo lector iniciado en la filosofía o la historia política (no es mi
caso) reconocerá en estos párrafos la pluma de Karl Marx. Basta observar el
drama argentino para comprobar la continuada vigencia hegeliana de que la
historia se repite. Marx agregaba a esta afirmación que la primera vez la
historia se presenta como tragedia y la segunda se repite como farsa. Si esta
idea se fundaba en la experiencia histórica de su tiempo, el siglo y medio
transcurrido desde entonces hasta hoy parece desmentir en parte su pronóstico:
a menudo, la historia también se repite como agigantada tragedia. Es una pena que Marx no esté entre nosotros los argentinos, podríamos
haberle aportado toda nuestra sabiduría acerca de dos géneros teatrales tan
nuestros, la tragedia y la farsa.
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