domingo, 17 de mayo de 2015

Cuando ya no me quedan palabras.…

…es porque me va enmudeciendo la tristeza, todos los días en todos los lugares, una derrota.
Todos los días haciéndome el distraído, mirando para otro lado, diciéndome que no es para tanto, que exagero, siento que la trama de nuestra sociedad se deshilacha como un abrigo de lana viejo,  ya no hay lugar para un parche más porque no hay de dónde agarrarlo, el hilo de la lana es tan débil que ya no podemos emparchar, tendré que tirar el abrigo que tanto quise, que tanto quiero.
El adolescente de dieciséis mata a su novia de catorce y la entierra en el jardín de la casa de su abuelo, los hombres pierden la cabeza y matan a sus mujeres y hacen que la palabra femicidio sea trend topic, si al asesinado le pegaron más de quince tiros era un narco o un sicario, si es colombiano o mexicano no hace falta investigar más nada, nos invaden los inmigrantes, muchos se ocupan de las drogas y pueblan las villas que no paran de crecer, las dirigencias, todas, han transformando al país en uno de los más corruptos del mundo, un momento violento que nos humilla como grupo humano que somos, nos olvidamos del respeto, perdimos la noción de la alegría, el otro es una “cosa”, no podemos dialogar, todo es agresión, descalificación, me voy quedando sin fuerzas para los porqué, los para qué, voy quedándome sin palabras.
El fútbol era la alegría de la gente, los domingos se reunían las familias, almorzaban y luego iban a la cancha  a ver a su equipo, hoy los monstruos que hemos generado le tiran gas pimienta a los rivales, una forma bárbara, enajenada, sí ya sé, son veinte, treinta y cuarenta mil miramos mudos, absortos, el monstruo nos roba todo hasta la ya mínima sonrisa y me acuerdo de otras gentes, muy lejanas, que saben respetar, que sus límites en un campo de juego son una parecita de medio metro de alto y una línea blanca pintada en el piso, nosotros no respetamos a un hombre y ellos respetan una línea blanca pintada en el piso, pero nuestra soberbia nos ciega, nos empequeñece. 
Me voy caminando, la cabeza gacha como pidiendo perdón, la mueca amarga, cargando en los hombros la vergüenza de ser argentino…….


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