viernes, 24 de abril de 2015

Mujer de radio

Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baje por tu cuerpo, la poesía hecha canción salía por los parlantes haciendo aún más melancólica la tarde.
Eran casi las tres y afuera el diluvio lavaba la ciudad, tormenta grande, todo es más lento, los autos se mueven con enormes esfuerzos hacia sus destinos, mi soledad no deseada me angustiaba y yo buscaba un antídoto que no encontraba. Miré la radio, comencé a recorrer las músicas y las voces que siempre escuchaba, todo me parecía igual, nada me distraía de esa angustia que se ahondaba en mi estómago. Seguí intentando en radios que nunca escuchaba, las frecuencias subían y bajaban, cuando al fin sonidos originales me detuvieron.
Su voz era cálida, tranquila, se estaba presentando, de fondo Divididos sonaba con ¿Qué ves?, esa canción que dice “donde la mentira es la verdad”, aquí me quedo, pensé.
Siguió hablando de los temas de hoy, la inseguridad, el narcotráfico, casi una obviedad, una obligación, al rato actuó su voz, inventó un clima sensual, erótico y presentó la próxima canción, dijo “sincheritá”, sí, en italiano y uno de los cien cantantes románticos italianos cantaba una de las mil canciones  románticas italianas, para mí casi perfecto, mejor dicho perfecto. Sólo la voz, el diluvio y los temas que proponía ya no importaban, sólo su voz.
Sin proponérmelo estaba dando forma a una mujer, idealizada más y más en tanto transcurría el programa, ya casi las cuatro de la tarde de ese jueves distinto, envié dos mensajes a la radio, mensajes de hombre enamorado, en un segundo imaginé una boda en una playa llena de sol y un vestido blanco con rosas amarillas, había anotado el número telefónico que ella repetía de tanto en tanto, mientras se despedía hasta el próximo jueves llamé a la radio, una voz muy joven me respondió, me presenté brevemente y le pedí a esa otra voz el nombre de la conductora del programa que iba de tres a cuatro, amablemente el joven me dijo el nombre, enmudecí, una vibración recorrió mi cuerpo, balbuceé un mínimo “gracias” y corté. Tres, cuatro segundos y solté una larga carcajada, estaba feliz, alegre, la voz de esa mujer de radio me hizo feliz, muy feliz, a pesar de comprender que ya no podría casarme con ella…. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario