Mujer de radio
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baje por tu
cuerpo, la poesía hecha canción salía por los parlantes haciendo aún más
melancólica la tarde.
Eran casi las tres y afuera el diluvio lavaba la ciudad,
tormenta grande, todo es más lento, los autos se mueven con
enormes esfuerzos hacia sus destinos, mi soledad no deseada me angustiaba y yo
buscaba un antídoto que no encontraba. Miré la radio, comencé a recorrer las
músicas y las voces que siempre escuchaba, todo me parecía igual, nada me
distraía de esa angustia que se ahondaba en mi estómago. Seguí intentando en
radios que nunca escuchaba, las frecuencias subían y bajaban, cuando al fin
sonidos originales me detuvieron.
Su voz era cálida, tranquila, se estaba presentando, de
fondo Divididos sonaba con ¿Qué ves?, esa canción que dice “donde la mentira es
la verdad”, aquí me quedo, pensé.
Siguió hablando de los temas de hoy, la inseguridad, el
narcotráfico, casi una obviedad, una obligación, al rato actuó su voz, inventó un
clima sensual, erótico y presentó la próxima canción, dijo “sincheritá”, sí, en
italiano y uno de los cien cantantes románticos italianos cantaba una de las
mil canciones románticas italianas, para
mí casi perfecto, mejor dicho perfecto. Sólo la voz, el diluvio y los temas que
proponía ya no importaban, sólo su voz.
Sin proponérmelo estaba dando forma a una mujer, idealizada
más y más en tanto transcurría el programa, ya casi las cuatro de la tarde de
ese jueves distinto, envié dos mensajes a la radio, mensajes de hombre
enamorado, en un segundo imaginé una boda en una playa llena de sol y un
vestido blanco con rosas amarillas, había anotado el número telefónico que ella
repetía de tanto en tanto, mientras se despedía hasta el próximo jueves llamé a
la radio, una voz muy joven me respondió, me presenté brevemente y le pedí a
esa otra voz el nombre de la conductora del programa que iba de tres a cuatro,
amablemente el joven me dijo el nombre, enmudecí, una vibración recorrió mi
cuerpo, balbuceé un mínimo “gracias” y corté. Tres, cuatro segundos y solté una larga carcajada, estaba
feliz, alegre, la voz de esa mujer de radio me hizo feliz, muy feliz, a pesar
de comprender que ya no podría casarme con ella….
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