Crónica de una sociedad sin rumbo.
En la noche previa sólo hubo un mate cocido con pan, el
“Chuki” durmió poco, despertó mal, se vistió rápido, calzó la gorrita en su
sucia cabeza, buscó las herramientas de trabajo ( una faca bien afilada y una
moto liviana robada) y salió en busca de su ayudante preferido.
Dale “Bochi” levantate, vamos a laburar un rato, gritó el
“Chuki” desde la puerta de la casa que parecía abandonada. Salieron rápido
hacia el trabajo, eligieron el barrio de los chalets, el de los garcas, como lo
llamaban ellos, giraron en la calle de los pinos y ubicaron la presa, una joven
madre con su pequeño hijo en brazos y un enorme bolso, el botín ¡!. Atacaron
sin siquiera hablarse, era rutina, la mujer y su hijo sorprendidos cayeron al
piso, el “Chuki” tomó el bolso y huyeron más rápido de lo posible, en la
esquina al girar, volcó la moto.
Los vecinos del barrio corrieron, fueron sobre el “Chuki”
que había quedado herido en la caída, una mujer le arrebató el bolso, los
hombres lo escupieron y lo pateaban entre todos los insultos, le pegaron una y mil veces hasta cumplir con el objetivo, que tal vez ni los mismos vecinos
concientizaron, lo mataron a patadas.
Era el robo número trece en las últimas dos semanas, hartos de
estar hartos los vecinos actuaron, en apenas unos minutos el “Chuki” fue
juzgado, como dicen los reportes, todo el peso de la ley cayó sobre él, el
jurado dictaminó pena de muerte, y un minuto después fue ejecutado, a patadas.
Anochece en la ciudad, rige la pena de muerte, una nueva ley
va diseñando su forma, mañana en las calles habrá un motochorro menos y un
grupo anónimo de nuevos asesinos se moverá en la clandestinidad, comenzando a
comprender que sus vidas han cambiado para siempre.
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